jueves, 23 de septiembre de 2010
Sr. Harnois Gobeil, organista y profesor
Mi primer contacto con el suicidio fue través de mi abuelo, que es ese señor de la fotografía. Se llamaba Harnois Gobeil y si tiene cara de loco es porque realmente lo estaba. Rematadamente loco, para ser exactos. Su muerte, causada por una “fractura craneal masiva”, se produjo por impacto contra el cemento del aparcamiento del Hospital Psiquiátrico de Quebec después de saltar al vacío desde la ventana de la habitación de la tercera planta que compartía con otros dos pacientes. Se había pasado cinco años en un estado de reclusión involuntaria, encadenando pitillo tras otro hasta provocarse un enfisema pulmonar agravado con una disnea paroxística nocturna que es algo así como despertarse una y otra vez durante la noche por falta de oxígeno. Una muerte pobre en lírica. En su defensa diré que la idea del suicidio fue probablemente la mejor y más lúcida de cuantas había tenido en los últimos años, donde la desesperanza y la locura lo condujeron al lamentable estado físico que llegó a alcanzar. Esa foto en apariencia tan antigua fue tomada una par de semanas antes de su muerte, en octubre de 1983, cuando lo avanzado de la enfermedad hacía temer por su vida y los médicos optaron por reducirle drásticamente los paseos por los jardines para protegerlo así del frio del otoño.
Que traiga yo hoy a colación su vida no es casual. Responde a un motivo que no viene a cuento pero me sirve de excusa para hablar de él. No me ha entrado la nostalgia, ni me ha dado por llorar al recordarlo porque lo cierto es que nunca lo conocí personalmente ni llegué a sentir hacía él nada especial. Siempre fue para mí un viejo músico demente, un organista de corales, un profesor de medio pelo que vivía en Canadá; que cruzaba cartas con mi madre muy de vez en cuando (cartas que guarda celosamente y no me ha dejado nunca leer) y que llamaba a cobro revertido siempre de madrugada. Ni nos encontramos ni cruzamos jamás palabra alguna, aunque con el tiempo llegue a descubrir historias increíbles que sólo en contadas ocasiones llegaron a salir del círculo familiar. Y no salieron ni por prudencia ni por orgullo ni por vergüenza sino simplemente por cariño.
Sé, por ejemplo, que mi abuelo es el protagonista de una de las novelas de Gaetan Soucy. Concretamente de una llamada “La Absolución”. La historia de la novela, de la que os podréis informar en cualquier parte, es la historia de un hombre que busca desesperadamente el perdón de una mujer. Es una descorazonadora aventura que protagonizó mi abuelo durante el invierno de 1935, cuando por motivos que debo callar por respeto al misterio de la novela, viajó por segunda y última vez en su vida a Hallstatt, uno de esos pequeños e idílicos pueblos austríacos a las orillas de un lago entre las montañas que son ideales postales navideñas y donde veinte años antes había sido profesor de piano de los hijos de un destacado comerciante. Es la historia de cómo mi abuelo dejó de ser el que siempre había sido para convertirse en la sombra de sí mismo, un hombre invisible a los ojos de cualquiera.
Cómo llegó a enterarse el Sr. Soucy de la historia es algo que solo podemos suponer. Sabemos que veinticinco años antes de su muerte mi abuelo había sido profesor de música en la misma universidad en la que años más tarde estudiaría física el popular escritor, pero las fechas no coinciden ya que por entonces Gaetan Soucy no había nacido todavía. Suponemos pues que por alguna desconocida razón debieron coincidir en algún momento hacia el final de la vida de mi abuelo, quizá cuando este entraba irremediablemente en la demencia, quizá cuando estaba ya sumido en ella. En cualquier caso descubrir tantas coincidencias en la historia de ambos era cuando menos sospechoso y es por eso que muchos años después, al poco de poco de publicarse la novela y alentado por mis hermanos, envié al escritor una carta en la que le hacía partícipe de nuestras sospechas y le pedía una explicación, “sin ánimo”, le aclaré, “de entrometernos en modo alguno en el éxito de la novela”. “La absolución”, que por entonces acumulaba ya diversos premios, destacaba por haber ganado en 1998 el Grand Prix du livre de Montreal, reportándole así un importante reconocimiento en su país. A día de hoy no he recibido todavía contestación alguna. No he vuelto a insistir y he aceptado su silencio como la constatación de que realmente mi abuelo es ese personaje de ficción llamado Louis Bapaume y que la historia, versionada en puntos concretos y nada relevantes, de la que Gaetan Soucy se hace eco, es, en realidad, el historia de mi abuelo, el Sr. Harnois Gobeil, organista y profesor.
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Esa fotografía más que de tu abuelo parece de su padre.
ResponderEliminarRespecto a la novela me la apunto, parece interesante, pero no la leeré hasta el mes que viene por lo menos.
Respecto a ti: he optado por creer las cosas que cuentas, pero cuesta. Cuesta mucho.
Sabía que lo de la fotografía llamaría la atención y por eso, antes de publicar la entrada me aseguré de pedir a quién la hizo una explicación convincente, ya que lo que yo sé es vago y temo meter la pata.
ResponderEliminarReproduzco parte de un email de una tía mía (“Leidi Morgana”; de entradas anteriores):
“ […] La cámara es del siglo XIX, inglesa, de fuelle, conocida como “The Victo” con cabezal Kodak y un objetivo Baush & Lomb que me obliga a recurrir a una tienda especializada para los revelados. No hay otra cámara mejor que esta para retratar ciertas cosas. Envejece cien añoso cualquier fotografía y por eso sólo la uso para paisajes o personas como tu abuelo, tan intemporal como la novela que comentas […]”
Lo que dice mi tía acerca de la intemporalidad de la novela es cierto. Es una de sus mayores virtudes (aparte de lo atrevido de su brevedad) puesto que aunque en la contraportada parecen darle mucha importancia al año en que se desarrolla la acción la verdad es que lo mismo puede ser 1945 como 1845. Es más, cuesta creer que no sea del siglo pasado.
Oblomov , ya me estás empezando a preocupar, decíme, canalla , cómo es posible que la foto de tu abuelo se parezca tanto a la de Macedonio Fernandez? . No sé si ahora lo editan , pero yo encontré hace años en una libreria de viejo dos libros suyos: "Adriana Buenos Aires, última novela mala" y "Teorías". El libro de Adriana tiene las siguientes AUTORIZADAS OPINIORES
ResponderEliminarUn lector:-No tiene perdón el fatuo pretencioso que crea ser el hombre mas feo del mundo. Y esta novela por creerse la más del género de mala,¿no es inmodesta?
Sí lo es; no hay talento capaz de construir la obra máxima , perfecta en su Género.
No hay Feo que contente del todo. Pudo serlo más, se dirá de lo genérico de esta novela.
(El autor:-Inténtalo lector. ¿A que te sale buena y te deja mohino?)
Dijo Hidalgo:- Es lo único bueno que se quisiera último
Dijo Borges:- Si es del genero de mala, que me han prometido, no será última.
Dijo Bernárdez:-Habrá quien prometa encargarse de no dejarla ser última; pero fracasará porque hará una "buena".
Dijo Scalabrini Ortiz:- Procurar hacerla última es tomar por lo difícil; más fácil es que resulte última una "buena".
Y dijo un futuro autor:- La condición de mala le durará; la de última muy poco: tengo completa una manuscrita que saltará la antojosa prohibición.
(Si alguno de los nombrados desautorizan haber dicho cosa alguna, no saben lo que se pierden. El lector estará de mi parte y se asombrará de que alguien se cosquillee de ser autor de cosas tan bonitas y tan justas.)
Se me coló una errata, donde dice OPINIORES viene escrito OPINIONES
ResponderEliminarSe parece a Macedonio Fernández porque es Macedonio Fernández. En el último momento me dio reparo colgar un foto de mi verdadero abuelo y opté por esta que guarda cierto parecido con la real. Macedonio sabría disculparme, los demás no sé.
ResponderEliminarPor mi parte no hay problema aunque no veo porque no usaste una foto de alguien menos famoso para evitarte que ahora se ponga en cuestión toda la historia.
ResponderEliminarVolviendo la libro: lo he localizado en mi biblioteca habitual. Esta tarde lo cojo y el lunes te digo qué me ha parecido.
Anónimo: Qué bueno verte y qué pena no entenderte.
Pero bueno, Carlos, qué diablos no entiendes de lo que he citado?. Ya sé que parece increíble pero es una auténtica cita, está en la página 15. Obras Completas, tomo IV, Macedonio Fernandez. Ediciones Corregidor 1974. Macedonio era un amigo,maestro , del grupo literario de Borges. Yo compre los libros-a finales de los 80- porque lo menciona elogiosamente Cortázar.
ResponderEliminarPor supuesto que Macedonio sabría disculparte con un buen coscorrón, diligente Oblomov, yo lo haré cuando me invites a una cerveza, belga eso sí.
Dudo mucho que Carlos se acercase alguna vez a Macedonio Fernandez: ni a su foto ni a su obra. Aunque quizá me equivoque.
ResponderEliminarHe alterado geneticamente la estructura inorgánica de este blog para adaptarlo así a mis necesidades mas primarias: adornar la verdad, y tratar de justificar así error cometido al publicar esa foto.
Pues no, efectivamente no me había acercado a su obra jamás y no digamos ya al buen señor.
ResponderEliminarInteresante.
Parece que os perseguís, canallas. Llego y ya está todo el pescado vendido. ¿Qué pasa, aquí no trabaja nadie? Que sepáis, tú también, Varese, que no pienso sostener yo solito la vejez de todos los demás. Sobre todo ahora, que a la gente le está dando por vivir más tiempo. Sobre todo a vosotros, comediantes, que con tanta actividad intelectual alejáis el fantasma de la senilidad hasta que se le adelante cualquier virus de chichinabo que se dé al traste con eso que denominamos vivir. Ora et labora, dijo otro Anónimo. Pero aquí sólo os oráis entre vosotros, y todo el laburo se queda en mis manos. Cómo no va a haber paro, señor ministro. ¡Mire, mire cómo se divierten los españoles de hoy! ¡Mire!
ResponderEliminarQué asombrosa coincidencia.
ResponderEliminarEl 23 tengo un registro en mis archivos personales de un comentario sesgado por parte de cierto Anónimo diciendo "...y eso que Deleuze...".
El mismo día se publica esta entrada.
Atención pregunta: ¿en que se parece la muerte del Sr. Gobeil y el Sr. Deleuze?
Visiten la wikipedia, visiten. Y lean. Y saquen sus coclusiones. Yo he sacado ya las mias.
"En sus últimos años de vida, Deleuze sufrió de una grave insuficiencia respiratoria. Se quitó la vida el 4 de noviembre de 1995 lanzándose al vacío por una ventana de su apartamento en la Avenue Niel."
Cuando se han leído miles de libros, como modestamente es mi caso, se llega a la triste conclusión de que sólo de unos pocos hemos entendido algo, son los preferidos, los que nos llegan directamente de algún lugar desconocido pero que por contra parece nuestro hogar.
ResponderEliminarNada tan oportuno a día de hoy como volver la mirada unos minutos al olvidado Macedonio. Leí Adriana y Teorías con tanto asombro como prisa y en la memoria- esa cosa debe ser descendiente de Memo- casi no quedó más que algo lejano e incomprendido.
Vuelvo hoy a ojear sus páginas y encuentro:" El vulgo cree a veces, y se equivoca, que hay recursos jurídicos con cuyo empleo el hombre deshonesto puede vivir en idéntica situación jurídica que el honesto y reparar los efectos de su mala conducta. No hay más que un camino para que cese cuanto antes una mala situación jurídica producto de una mala conducta: y es comenzar de lleno y en seguida a hacer vida honesta, a decir la verdad y cumplir con todos, aun en el mismo pleito en el que se ha incurrido ya. (...) Es todo lo que se puede hacer: lo que no hay en este mundo es remedio para nada: la idea misma de remedio jurídico o médico es viciosa..." Teorías pag 208